Hay árboles tan viejos que temblaría la tierra de arrancar alguien sus raíces. Hay sombras tan densas que no habría diferencia entre noche y día.
Se han olvidado palabras que apagaban crepitantes hogueras y han jugado a desaparecer gestos que las avivaban. Nos hemos olvidado de quienes somos y qué. Se nos perdieron las antiguas historias que hacían temblar la esencia de nuestro ser; de esas que al contarlas se eriza la piel.
Nos hemos olvidarnos de perdernos sin miedo, para volver a encontrarnos y de ver languidecer el tiempo y no sufrir por ello. Hemos vertido ilusión en recipientes equívocos, hemos almacenado deseos y nos hemos negado conversaciones a nosotros mismos. Hemos perdido la esencia de ser…
